Tuesday, July 5, 2016

Marcela Vargas, la mujer que está lidiando 20 años con el crimen



Madre de familia y abogada de profesión, Marcela Vargas, desde pequeña tuvo el anhelo de ser policía, así que cuando se presentó la oportunidad en el año 1996 no dudó en presentarse. Nacida en La Paz, se desempeña hoy como directora de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) en Tarija.

EPEN.- ¿Cómo decide
ingresar a la Policía?
MV.- Es una decisión como cualquier otra. Afortunadamente en ese entonces se abrió la posibilidad para el ingreso de mujeres a la Academia Nacional de Policías, pues era un anhelo que tenía desde muy chica y siempre con la convicción de servicio a la sociedad, porque era algo que me inculcaron los padres.
Mi padre, debo reconocer, era una persona sumamente honesta, que es la virtud que lo caracteriza a él; y de mi madre, he recibido la parte caritativa con la gente, pues es una persona que tiene muchísimas amistades y que dentro de ese su círculo, ha sabido practicar la caridad y ayudar a la gente más necesitada.
Lamentablemente no había espacio en la época en la que salí bachiller de colegio, pero sí en forma posterior se abrió la posibilidad, en un proyecto presentado por mi general WillY Arriaza Monje, en el que recibieron como curso piloto a damas policías. Habíamos postulado 98 damas, fuimos recibidas 35 luego de los exámenes y finalmente egresamos solo 22. Pese a esos somos una de las promociones más numerosas en cuanto mujeres se refiere.

EPEN.- ¿Cuándo entró
a la Policía?
MV.- Nosotros ingresamos el año 96 y egresamos el mismo año porque era un curso piloto. Fuimos convocadas las mujeres egresadas de diferentes carreras o ya tituladas como abogadas, psicólogas, trabajadoras sociales comunicadoras sociales y hasta de relaciones públicas. O

EPEN.- ¿Usted tiene otra profesión?
MV.- Yo había egresado de la carrera de derecho de la Universidad Mayor de San Andrés cuando se presentó esta posibilidad y me apoyaron mis padres para el ingreso. Presenté los exámenes de admisión, tanto físicos como de conocimientos y en forma posterior salí en una publicación de las damas que fuimos aceptadas. Desde entonces me encuentro en filas de la Policía

EPEN.- ¿Terminó la licenciatura de Derecho?
MV.- Sí, soy abogada hace ya bastantes años e incluso aquí tuve la suerte de que me hayan nombrado miembro del Tribunal de Ética del Colegio de Abogados de Tarija

EPEN.- Entonces usted anhelaba ser policía
MV.- Sí, he tenido varios compañeros de mi curso de colegio que han ingresado, muchos de ellos ya no se encuentran en este mundo, otros sí, están en cursos superiores, pero siempre he tenido ese anhelo. Francamente, confieso que fui a averiguar al colegio militar para ver si podía entrar a la Policía Militar, pero también se me cerró esa posibilidad, toda vez que no había en ninguno los institutos aceptación de damas en esa época.
Así que cuando mi padre vio la convocatoria en la tele, inmediatamente me comunicó. Yo en principio no le puse mucha atención, toda vez que ya tenía básicamente una carrera profesional que estaba bastante avanzada, pero vimos los requisitos, se me dio la oportunidad y se me abrieron todas las puertas para que ingrese. Soy orgullosa de ser Policía, es una institución muy noble, sacrificada es cierto, pero que también nos otorga muchas satisfacciones.
Por lo menos a la que le habla, le ha traído mucha satisfacción, el hecho de salvar vidas es lo más grande que uno puede tener en la vida y con la ayuda de Dios he desarrollado mis actividades a la fecha sin mayores inconvenientes.
Hemos tenido apoyo también, al principio no muchos, pero con el transcurso de los años ha ido evolucionando y perdiéndose el machismo en la institución. Tuve la suerte de trabajar con excelentes hombres, tener excelentes catedráticos, excelentes compañeros de trabajo, subalternos, muchos que me han enseñado el camino de la investigación policial.

EPEN.- ¿Fue complicado su año de preparación en la institución verde olivo?
MV.- Creo que para todos es complicado. Es una vida sacrificada. Posiblemente la parte más costosa ha sido estar arrestada, sin poder salir semanas enteras del instituto. Sin embargo, como explicaba al principio, hemos tenido mucho apoyo, excelentes damas instructoras, mi general Rosa Lema Sanier ha sido una de mis instructoras. He tenido la suerte de tener excelentes instructoras e instructores, como mi coronel Juan Carlos Dalence quien ahora es comandante departamental también ha sido mi instructor en el grado de capitán.
Hemos tenido muy buena formación en la época y siempre hay los altibajos, pero creo que lo que más le afecta a uno, es precisamente el régimen cerrado que hay que aprender a sobrellevar.

EPEN.- ¿Qué era lo que más le costaba a usted?
MV.- Creo que la superación de los arrestos. Era siempre encargada de mi curso, era la más antigua de las damas cadetes egresadas y tenía que asumir el cargo de la dirección del curso en el que estaba. En esa perspectiva siempre le llega a uno, aunque de rebote los arrestos, pero bueno, esa ha sido la parte más difícil, el hecho de no salir o tener la posibilidad de salir un fin de semana a divertirse.
Y en esta profesión uno no puede hacer ningún tipo de planes, estamos a lo que la sociedad disponga y en cualquier momento tenemos que acudir cuando se nos convoca. No podemos planificar fiestas, reuniones familiares, porque como ahora (semana de conflictos con la COB), estábamos acuartelados desde el día miércoles.
Yo recuerdo que veía el año pasado fotos de una fiesta, gente que se estaba divirtiendo a todo dar en Año Nuevo y nosotros en la calle trabajando. Siempre decimos que cuando la gente se divierte nosotros tenemos que trabajar; posiblemente esa sea la parte más delicada de nuestro trabajo, el hecho de dejar a nuestras familias.

EPEN.- ¿Por qué unidades pasó?
MV.- En cuanto hemos egresado fuimos convocados para ser seguridad de dignatarios en la Cumbre de las Américas que se llevó a cabo a fines del 96. Inmediatamente después nos despacharon a los distritos policiales, unidades de patrullaje a pie, yo trabajaba en el distrito número uno de la ciudad de La Paz.
Después nos destinaron a las damas a prestar servicios a las brigadas de protección a la familia. He trabajado en la Policía Técnica Judicial (PTJ) en dos divisiones, homicidios y menores. Un trabajo realmente muy lindo pero muy delicado.Trabajé también en Radio Patrullas 110, fui despachadora de servicios, fui patrullera también, y en todas las zonas hemos contado con el apoyo de mi coronel Muñoz Colodro, quien en esa época estaba de segundo comandante.
He trabajado también en la Patrulla de Auxilio y Cooperación Ciudadana (PAC), he trabajado en la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV), he sido instructora en la Academia Nacional de Policía. También trabajé en Tránsito y bueno, pasé estos años en varias unidades, tanto de patrullaje a pie como motorizadas, pero también en unidades de investigación.
He sido también docente en varias oportunidades en las escuelas básicas policiales, pero también en los cursos de especialización en el nivel de cabos.

EPEN.- De todos estos lugares ¿Cuál fue el más difícil o más duro??
MV.- Creo que las unidades de investigación. Me ha tocado trabajar en homicidios y en menores y la verdad habían casos en los que realmente se nos ha partido el corazón, no solo a mí, sino también a varones.
Son casos que a uno aunque no quiera lo conmueve. Es bastante difícil sopesar en estos casos o la desesperación de una madre que me decía “A mi hijo lo han matado, quiero que me diga quien lo ha matado”. Hemos solucionado ese caso, se ha hecho una investigación rigurosa, estoy hablando de hace casi 19 años, pero son circunstancias que me han tocado y afortunadamente en muchas de ellas, hemos dado con los autores de los hechos.
Pero hay también otros casos que no se pueden resolver por “X” o “Z” motivos, y a veces quedan amarguras por no dar respuesta a estas personas que buscan justicia. Siempre he tenido la idea de que por mucho que el autor o autores paguen una sanción en un penal o cualquier otro tipo de sanción, nunca compensarán lo hecho. Realmente no se compensa por mucho que el autor pague 30 años en la cárcel, es una cosa irreparable para la familia y creo que es la parte más difícil de la institución, pero hay que aprender a sobrellevar, no nos queda más, es el trabajo que hemos escogido, hay que hacernos fuertes y no podemos darnos el lujo de parcializarnos o perder la objetividad, porque eso le haría daño al proceso investigativo.

EPEN.- ¿Es más duro para una mujer que para un hombre todo esto?
MV.- Creo que no, si bien somos más sentimentales, no lo creo. Es precisamente esta situación del machismo que les ha negado la posibilidad de expresar sus sentimientos a los varones, pero yo he compartido con señores funcionarios que lloraban cuando veíamos este tipo de hechos.

EPEN.- ¿Cuáles han sido los casos que más le han golpeado en toda su carrera?
MV.-Estando en la PTJ me tocó atender un caso de un varón que mató a su hijo de tres años y después él se disparó con la misma arma. Ese ha sido uno de los casos más fuertes, pues sigo teniendo en la retina el rostro destrozado de este pequeñito, todo por una cuestión de celos con la esposa. Al final se llegó a determinar que el pequeño era hijo de él, pero había este reclamo de que no era su hijo y por eso decidió dar muerte a esta pequeña criatura.
Lo hizo de una forma tan despiadada, que nos afectó a todos, porque el niño estaba durmiendo en su camita. Creo que ese fue uno de los casos más fuertes que me tocó ver y hasta ahora recuerdo el rostro del autor, como el del niño.

EPEN.- ¿Ver estos hechos no dejan heridas en usted?
MA.- Considero que sí. Uno se vuelve un poco más fóbico con algunas cosas, como por ejemplo, dejar salir a los niños, no dejar armas en la casa, es una regla de oro en la casa que las armas de fuego estén bien guardadas y custodiadas para evitar este tipo de hechos o accidentes. Tratar de solucionar siempre las cosas de la mejor manera.
He tenido otro caso muy lamentable también, pues una pareja de personas muy jóvenes un día se acercaron con un pequeño bebé en brazos; el pequeño tenía tres días de vida y me lo trajeron a la unidad. A la mujer que era aimara no le entendía más que por los gritos. Me entregaba al bebé y me decía que por favor lo salve, pero cuando lo revisé al bebé, ya estaba muerto.
¿Qué había pasado? que estos dos trabajadores habían ido a cosechar al campo y lo dejaron al pequeño envuelto en sus pañales, salió el chancho de uno de los vecinos y se lo comió al bebé, comió una parte del cráneo. Ese también fue un caso que nos afectó a todos. El fiscal ordenó inmediatamente que termináramos con la vida del chancho, pero queda la impotencia de en ese momento no poder ayudar a las personas.
Igual tengo grabada la mirada perdida de esta señora que me pedía a gritos que salve a su pequeño, pero ya no podía hacer nada porque el bebé estaba muerto en los brazos de su madre.

EPEN.- ¿Cómo sobrelleva esto en su hogar al salir de la institución?
MV.- Debo confesar que a veces no lo sobrellevo bien. Para mí es difícil y particularmente estoy convencida de que dejar el trabajo en el trabajo y llegar a la casa con las cosas de la casa debe ser para gente muy especial; porque para mí es una cosa que no pude encontrar, no hallo esa línea divisoria.
Siempre me llevo el trabajo a la casa y sí, yo misma me he dado cuenta que he llegado de mal humor, a veces les hice pagar los platos rotos a mis hijas, a mi hijo y a mi esposo.
He acudido a un curso con una excelente psicóloga, que es una escuela para padres y madres, no es una escuela de padres, donde nos han dado excelentes pautas, pero pese a eso es algo con lo que tengo que seguir bregando porque es difícil separar ambas cosas, sobre todo porque uno debe llevar la responsabilidad de una oficina en la que se atienden casos sumamente delicados.
La población tal vez no lo ve así porque hemos naturalizado la violencia y no nos llama la atención mucho, porque hablamos de 5, 10, 20 casos, como si fuera sólo numérico, pero palparlos y verlos aquí es diferente. El hecho de saber que mi personal sufre los mismos problemas por la atención de casos y tampoco poder darles alguna alternativa es también otra carga que uno tiene que sobrellevar.
Hemos presentado varios proyectos, espero que nos aprueben en La Paz, pues son de desarrollo humano y precisamente porque el personal policial que trabaja en estas áreas, no solo FELCV, sino también FELCC, narcóticos, tienen nomas que tener algún tipo de espacio para salir un poco de este contexto.

EPEN.- ¿Qué dice su familia? ¿Le pidieron que se aleje? ¿Lo pensó usted?
MV.- Sí, en reiteradas oportunidades me dijeron que ejerza mi profesión de abogada, es un reclamo permanente. Debo reconocer que yo no me hice cargo de la crianza de mis dos hijas mayores, las han criado mis papás. Recién asumí la responsabilidad con mi último hijo y es bastante costoso.
Esto obviamente ha generado secuelas en mis hijas, algunos reclamos, a veces no estoy en la casa cuando ellas me necesitan, y si alguna vez me propusieron que deje la institución pero no se puede hacer nada, porque mi corazón no debe ser rojo, debe ser verde olivo.
Esto es lo que he abrazado, es lo que he querido y entré a esta institución con esa mentalidad, yo decía que si ejerzo como abogada uno no puede escoger a los clientes, hay que defender a cualquiera que se presente y pueda cancelarle a uno los honorarios. Entonces yo quería asegurarme de estar del lado correcto de la ley y defender a las que realmente son víctimas.
No he pensado en dejar la institución, pero si en algún momento me toca, tengo otra profesión para ejercerla, pero espero que sea cuando ya me jubile.

Críticas, actualidad y riesgos de ser policía

EPEN.- Parece amar a esta institución ¿Qué siente cuando se entera de los policías infractores, violadores, asesinos?
MV.- Nos duele a todos. En muchas reuniones todos expresan su dolor de que unos estén trabajando bien y otros hagan quedar mal a la institución, pero tenemos que tomarlo como en cualquier otra parte. Hay conductores infractores de la ley, hay abogados infractores de la ley, hay jueces, hay pilotos, hay de todo, en todo lado se cuecen habas.
Sí tenemos que pensar no solo en quedar adoloridos o echar piedras a esa gente que es un mal funcionario. Si bien es el doble la carga porque somos representantes de la ley, porque el uniforme le puede permitir a esta persona cometer con más soltura el ilícito, tenemos que socavarlo desde sus cimientos y tenemos que tomar la responsabilidad en nuestras manos, es decir, controlar el personal que está ingresando a filas policiales.
Esto no pasa por nuestras manos, pero hay que tomar ahora los recaudos que correspondan para que se verifique qué personal no es apto para ingresar a la Policía boliviana.

EPEN.- ¿Usted ha visto que hay más violencia estos años?
MV.- Pasa que antes, en la Brigada de Protección a la Familia se atendía una infinidad de casos, pero no era relevante para la prensa. Nadie iba a consultar acerca de los casos, porque como no era delito, ni infracción, se podía arrestar a las personas por 8 horas, pasaban a la juez, hasta que se señale la audiencia, las víctimas no iban a la audiencia y se consideraba que las victimas hacían abandono de la denuncia.
Pero se ha detectado que en al menos un 70 por ciento de los casos, las víctimas no iban porque se les obstaculizaba, el mismo autor les impedía concurrir y se cerraba el caso.
Creo yo que no han crecido, sino que se están visibilizando con la Ley 348 y la determinación de algunas otras figuras delictivas que no existían como los abortos forzados, el feminicidio. Creo que la prensa le dio énfasis, ahora salen a la luz y aparentemente recién se presentan este tipo de casos.

EPEN.- La última ¿Ha recibido amenazas? ¿Siente miedo?
MV.- Miedo no, pero sí las amenazas son de siempre. No hay que prestarle mucha atención a aquello, porque un policía temeroso difícilmente podrá hacer bien su trabajo.
Tenemos que enfrentarnos y todos los días pidiéndole a Dios que nos envíe a su ángel de la guarda tenemos que salir, tenemos que meternos a la cabeza, la forma adecuada de solucionar los conflictos que se nos presenta, precisamente para que no se incremente el riesgo, del que somos víctimas todos.
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